

Homenaje a Gaia es su biografía científica. Es una biografía sincera y comprometida, donde cuenta todo lo que de relevante ha tenido su vida científica y personal. Y ha de ser así porque no se entiende la una sin la otra.

Su mayor contribución científica fue el desarrollo del detector de captura de electrones (ECD), lo que le permitió medir el aumento de los clorofluorocarbonos (CFC)en la atmósfera. La consiguiente demostración de que estos gases eran los causantes del agujero en la capa de ozono llevó a su prohibición en la industria. Y pensemos que eran utilizados como propelente en la mayoría de aerosoles que utilizábamos en nuestras casas.

Su trayectoria científica no ha estado exenta de polémica, por ejemplo cuando defiende abiertamente la energía nuclear como alternativa a la quema de combustibles fósiles. Hoy día cada vez hay más voces a favor de este tipo de energía que, como mal menor, sólo genera residuos radiactivos que pueden ser almacenados con ciertas garantías. Incluso hay expertos que consideran que ya es demasiado tarde para frenar el cambio climático aunque se utilizara la energía nuclear. Yo me encuentro entre el sector pesimista y creo que ya es demasiado tarde para cualquier medida, y, sobre todo, viendo la poca disposición que tenemos en los países desarrollados a cambiar nuestros hábitos completamente insostenibles.


De vuelta al libro, me ha parecido especialmente aleccionador el capítulo dedicado a su grave enfermedad de corazón, que James Lovelock enfrentó con una entereza digna de encomio. En ningún momento paró su actividad científica, salvo en los momentos puntuales de ingreso en hospitales.
Como reza el título del libro, es un verdadero y sentido homenaje a esta vieja Tierra que nos sostiene y nos mantiene, aunque no sé a ciencia cierta durante cuanto tiempo más.
