Tengo miedo de una cosa, de que en nuestra vida el miedo ocupe el lugar del amor (pág. 282)

Quien pudo se consiguió pastillas de yoduro sódico (pág. 113)
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La autora |
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Vista aérea de la central |
Todos estos relatos están completados con otros no menos interesantes de personas que acudieron desde todos los puntos del país atraídos por diversas motivaciones a trabajar en la zona de la catástrofe para intentar reestablecer la normalidad. Los liquidadores eran llamados por sus compatriotas. Se encargaban de matar a los animales domésticos abandonados por sus dueños al huir, levantar la tierra contaminada por la radiactividad de parques, colegios y campos de cultivo y echar tierra nueva y sin radiación, evacuar a la población que se aferraba a abandonar sus casas,... En definitiva, lavar la cara a una zona que a duras penas podía ser lavada.
Algunos dicen: un pueblo santo y un gobierno criminal (pág. 237)
La mayoría de estos liquidadores murieron de cáncer años después. Y varios de los que son entrevistados por Svetlana se encontraban gravemente enfermos al realizar la entrevista. ¿Qué les motivó a ir a esa zona a realizar un imposible? A algunos el desconocimiento. A otros un sentido del deber inculcado por la propaganda rusa y el férreo régimen soviético desde muchos decenios antes. A los menos el régimen económico que ofrecía el gobierno, con sobresueldos que para muchos significaba una vida más digna.
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Cartel de la serie de HBO |
El libro nos permite ponernos en la piel de todas estas personas que vivieron y sufrieron la mayor catástrofe nuclear enfrentada jamás por la humanidad. Y permite comprobar como el oscurantismo de un gobierno que solo velaba por sus intereses impidió que se salvara a gran parte de la población. Un gran libro para conocer y reflexionar.
Para completar la entrada a este libro, dejo el enlace al blog Forgotten Island, dedicado en principio a lugares abandonados pero ahora prácticamente centrado en la zona afectada por el accidente de Chernobil. Este documento gráfico da vida a unas páginas realmente sobrecogedoras.
Comprendí lo fácil que es convertirte en tierra (pág. 230)