Son dos mundos contrapuestos y condenados a no entenderse, a pesar del amor que el ingeniero siente por la hija del nuevo rico, de nombre Corelia y enfrentada a su padre por su vulgaridad y despotismo hacia su propia familia.
La nota de color la pone la presencia de un sabio romano, almirante de su flota y de sobra conocido, Plinio el viejo, que en sus últimos días de vida tiene la enorme suerte de vivir y relatar para los siglos venideros un acontecimiento de la magnitud de la erupión del Vesubio. Entre las frases que merece destacar, pronuncia ésta en el libro: La mezquindad y la avaricia humana bastarían para escribir un tratado.
A mi el libro me ha sorprendido por el paralelismo que existe entre las vidas de los romanos y muchas de las situaciones de nuestra vida actual. El hombre siempre ha sentido los mismos deseos, ha tenido la misma avaricia, ha sentido los mismos celos y se ha conducido de la misma forma noble o mezquina, según el caso. Muchas de sus páginas son un verdadero ejercicio de reflexión.
Por otro lado están muy logrados los prolegómenos que el autor describe y que acabarán con la erupción del volcán. Son pequeños detalles, pequeñas muestras de la naturaleza, que pasan desapercibidos para todos salvo para epíritus observadores como Atilio, el ingeniero, o Plinio el viejo, el naturalista.
Incluyo un mapa de la bahía de Nápoles que se hecha de menos en el libro, sobre todo para situar las distintas poblaciones por las que pasan los protagonistas y para hacerse una idea del discurrir del Aqua Augusta.