viernes, 4 de agosto de 2023

ADIÓS, PEQUEÑO

"La vida es una retirada lenta, pausada; un viaje cargado de maletas a lugares a los que nunca volverás"

PREMIO DE NOVELA FERNANDO LARA 2022


En los muchos y largos viajes de Guadalajara a Valencia, marqué como vela en el camino la librería de Doña Leo en Buñol. Un día del pasado mes de junio me sentí algo desilusionado por no encontrar allí a Máximo Huerta, escritor y fundador de dicha librería (estaba en una firma de libros por Canarias), pero decidí comprar uno de ellos. Así llego a mí "Adiós, pequeño". Quién me iba a decir, cuando lo compré, que con él en mis manos iba a conocer realmente y en profundidad al autor. 


Gracias por escribir esta joya de libro, gracias por ser parada motivadora entre tanta inseguridad, gracias por hacerme entender que las pequeñas paradas en los viajes, a veces, se disfrutan más que el propio destino... como sucede en la vida. Siempre te recordaremos por formar parte de una etapa fundamental de nuestra vida, siempre te recordaremos por nuestro particular "Hola, pequeño".


Librería Doña Leo, Buñol (Valencia)

Máximo Huerta se ha desnudado tanto en este libro, ha abierto su alma y su corazón de una forma tan brutal, que te hace partícipe de su infancia y de su vida. La novela comienza con una frase que lo resume todo "Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido".


"Adiós, pequeño" es un libro que te lleva a reflexionar sobre diferentes aspectos de la vida: la infancia, la familia, la búsqueda de la felicidad, las cosas (pequeñas) importantes de la vida... El autor estuvo en lo más alto del escalafón televisivo y político, y sin embargo en el libro nos ofrece la posibilidad de encontrar la verdadera felicidad en un pueblecito de Valencia, en su casa de la infancia, con los vecinos de siempre y su madre y su perrita "Doña Leo" como compañía inseparable. 


En esta novela tiene importancia tanto lo que se cuenta, cómo se cuenta y esos silencios que hablan por sí solos: "Y nos quedamos mudos, como nos gusta, en esa presencia firme que solo ofrece el amor. Lo no dicho es, en ocasiones, más importante. Porque pesa, porque no cabe por la boca, porque palpita en el silencio. Y crepita la leña, encendida, violentamente sutil en la esquina del salón"


Partiendo de su infancia, y de los recuerdos que vuelven a su mente al volver al piso familiar de toda la vida, para mí hay cuatro protagonistas fundamentales de la novela: su madre, su padre, "Doña Leo" y su infancia.


Empezando por su MADRE encontramos relatos como los siguientes:

"Donde esté tu madre está tu casa".


"Esto que tenéis entre las manos es voluntario, a veces siento pudor por escribir y vergüenza por desnudar con osadía los minutos de esta vida común con mi madre; hablo y hablo, porque escribir es hablar solo. Pero los escritores no elegimos las novelas, los textos nos escogen para ser relatados.

Escribir sobre la decadencia de una madre, de la convivencia con el dolor y la pérdida, es parte de la historia de la literatura. Más allá de la necesidad de escribir, la verdad es que intento acercarme a ella y deshacer este nudo en la garganta. Por eso, cuando por la calle me preguntan "¿Cómo está tu madre?", sonrío y digo: "Bueno, con sus cosas".


La decadencia física y mental de su madre, el paso inexorable del tiempo, las enfermedades que la asolan, el pasar de ser cuidadora a ser cuidada, aunque ella se resista aún, el rondar de la muerte,... son temas claves en esta novela, que no solo se expresan de manera poética, sino que son palabras que te hacen reflexionar y pensar en todo ello en primera persona:


"-Mamá...-le digo.

-¿Qué?

-¿Hay cerezas?

Sé que hay. Pero es el placer de decir "madre" en voz alta lo que multiplica la vida. Las palabras que nos gustan debemos decirlas antes de que dejen de tener sentido. Por eso, ella no lo nota, empiezo todas mis oraciones desde hace meses con un "mamá...".


Siguiendo por su padre, Máximo Huerta nos refleja una historia dura, una relación tormentosa con su PADRE, al que nunca llegó a entender(se):

"Papá no fue el mejor padre del mundo, pero fue mi padre. El que tuve. Y ahora, construyendo, ladrillo a ladrillo, este muro alto que no volveré a saltar, tapia de cementerio, no concibo la vida sin él. Porque la vida es esta. La que ha sido. La que queda. La que me queda.

La conversación nunca mantenida, el beso de buenas noches obligado, la rueda pinchada, el ronquido de la siesta, el café frío, la página de pasatiempos, el sudor en las patillas, el humo, tu sillón, la mala hostia, el silencio, tus problemas para pedir perdón, mi atasco para no buscarlo. Papá es el que fue y yo soy hijo de todo eso".


La perrita, DOÑA LEO, que acompaña a la familia desde hace años se convierte también en protagonista de esta novela, así como de la vida del autor. Se convierte en piedra angular sobre la que giran los diferentes elementos que componen la vida de Máximo. Es también el origen que da nombre a la librería en Buñol:

"En el paseo rutinario de cada mañana, yo me despierto y doña Leo hace sus necesidades de manera libre, sin correa, entre saltos y golosas hierbas que mastica como si fuera un desayuno pantagruélico. Se tira y se reboza entre el verde, más verde que nunca, o que mi memoria recuerde. Y de pronto, cuanto estiro los brazos al sol, cuando se me inunda la cara de luz, abro los ojos y no la veo: "Leo, ¿Leo?, ¡Leooo!".


Despedirse de la INFANCIA, del niño que fuimos, de la etapa más importante que vivimos, no es fácil, pero en ocasiones es necesario, como se demuestra en este libro:

"La inmortalidad solo reside en la infancia. Y ahora navega de aquella manera en sus recuerdos. En los restos".

"En Buñol, en mi infancia, a veces cogía renacuajos bajo el puente de la República para divertirme o para buscar secretos cuando estaba inquieto. Había que colarse por el caminillo de la biblioteca, girar en los bajos del horno, allí donde ya no olía a pan, y bajar por una senda estrecha hasta el río. El mundo cambiaba en ese arco de maleza. El mito inagotable de la fantasía, de la muerte y de los peligros que podían acechar al entrar en la espesura y hundir los pies entre la broza y matorrales que anunciaban el río antes que el ruido. Allí apestaba a hojas de morera, las que después cogía para dar de comer a los gusanos de seda que guardaba en una caja de zapatos de mamá. Los seres más peculiares de mi infancia".


La pluma de Máximo Huerta es poética, es elegante, es bonita, escribe con una gran sensibilidad y con las palabras acertadas en cada momento. Es una escritura que da vida, a pesar de algunos pasajes tristes, con la que te identificas en muchos momentos, y que te hace reflexionar en otros tantos. Si además tienes la suerte de haber vivido la infancia en la misma época que él, o aproximarse a ella a través de hermanos mayores, te sentirás tremendamente identificado con algunas vivencias que en el libro se cuentan.


Recomiendo encarecidamente la lectura de "Adiós, pequeño" porque es un libro necesario, una historia real, un corazón abierto que hace latir el del lector. Recomiendo su lectura por su sensibilidad, su magia,... su vida.

Máximo Huerta, autor de "Adiós, pequeño"


"La fragilidad tiene mucho de flor seca. Ya no le sirve el agua, no la puedes tocar. Y, sin embargo, presume todavía de su belleza"