Un libro es un instrumento que nos aporta conocimientos, que nos transporta a otros mundos y tiempos, que nos hace emocionarnos, cabrearnos, reflexionar, arrepentirnos, disfrutar en suma, pero una vez que se cierran, su influencia no puede llegar a transformarnos en un sentido tan radical ni tan rápido. Sobre todo porque, si así fuera, su poder sería inmenso, y tiemblo sólo de pensar lo que un libro de un mal autor o de un autor malintencionado podría llegar a desencadenar en nuestra, todo hay que decirlo, no muy brillante sociedad. Y que conste que soy un gran amante de los libros, que creo firmemente en la necesidad de la lectura y colaboro todo lo que puedo para difundirla, pero, insisto, no creo en los libros de autoayuda. La curación para este tipo de males está en uno mismo, en su interior y es ahí donde hay que buscar (aunque si a alguien un libro le puede ayudar, bienvenido sea, pero no seamos ni confiados ni ilusos).
Toda esta parrafada venía a cuento de unos de los primeros libros del tan en boga autor de libros de autoayuda Jorge Bucay, "Déjame que te cuente". Para criticar hay que conocer, así que lo leí. Se trata de una colección de cuentos (50 en total) que un terapeuta, Jorge, cuenta a su paciente, Demián, a lo largo de las diferentes sesiones a las que éste se somete, y que sirven para explicar diversos aspectos de las entrañas mentales del hombre. Unos son más complejos y otros más simples. En conjunto el libro está bien y se lee con facilidad. Destacaría los siguientes cuentos:"El elefante encadenado", "El tesoro enterrado","Buscando a Buda","El círculo del noventa y nueve","Por una jarra de vino".
Está bien leerlo, siempre que esperemos de él pasar un buen rato y aprender algo sobre nosostros mismos o tal vez sobre los demás. Pero no pretendamos ir más allá. La alegría de vivir sale de dentro de cada uno de nosotros, no de un libro.