Interesante libro escrito por la psicóloga Flora Davis en el que, a través de diversas conversaciones y entrevistas realizadas a especialistas de todo el mundo, nos dibuja el mapa de lo que se conoce hasta ahora sobre la comunicación no verbal, dividido en sucesivos capítulos que van desde el comportamiento que adoptamos durante el galanteo, pasando por el lenguaje de los ojos y acabando por el arte de conversar. Cabe destacar los capítulos que basa en las conversaciones con Paul Elkman, cinetista que sigue en activo después de 50 años de trabajo continuado.
La primera aproximación a los estudios de la comunicación no verbal dan una sensación de horóscopo, es decir, todo lo que nos dicen cuadra en cualquier situación. Aunque con un poco de profundización se ve que la cinesis (ciencia que estudia el movimiento del cuerpo humano relacionándolo con la situación externa) es una ciencia seria y cada vez más precisa.
Me ha llamado la atención el capítulo dedicado a la gesticulación y el movimiento de manos, y sobre todo, como se relaciona con el pasado de cada una de las culturas. En este aspecto, no somos más que producto de lo que vivieron nuestros antepasados.
Es más, en el libro se afirma que" la postura de un hombre nos habla de su pasado". El sufrimiento, las cargas, las vivencias de una persona quedan reflejadas en su estructura corporal.
Muy interesante resulta el capítulo dedicado a los movimientos oculares. La forma de mirar de un individuo transmite, muchas veces, mayor información que las propias palabras. Pensemos, además, en los bebés. Ellos basan su aprendizaje en la comunicación no verbal y, sobre todo, en las expresiones de los ojos que los observan. Con una mirada podemos transmitir odio, cariño, duda, ira, intarés,... Para un bebé mirar a los ojos es ver todo lo que necesita para aprender.
Otro apartado importante de la comunicación no verbal es el de los olores. Aunque vivimos en una sociedad superdesodorizada, donde el olor corporal, al menos en occidente, está mal visto (mejor dicho, olido), no deja de tener una importancia fundamental, a través del cual podemos trasmitir también emociones. Cada uno tenemos nuestro propio olor corporal y puede, incluso, distinguirse entre olor a hombre o a mujer. Es curioso el hecho de que los perros adiestrados, con un olfato altamente desarrollado, no puedan distinguir el olor corporal de los gemelos.
El libro está lleno de éstas y otras anécdotas y realmente merece la pena, aunque he echado en falta gráficos o esquemas que ayudaran a comprender muchos pasajes en los que la explicación de la autora no queda suficientemente clara. ¿Será cierto eso de que una imagen vale más que mil palabras?