viernes, 5 de noviembre de 2010

La mano de Fátima

Muerte es esperanza larga

Enorme epopeya la vivida por el protagonista de La mano de Fátima, un ciudadano de la convulsa Al-Andalus al poco tiempo de ser reconquistada por los cristianos y donde el protagonista tiene la mala suerte o la suerte, dependerá del pasaje que le toque vivir, de ser mitad morisco mitad cristiano. Esto lo convertirá en un testigo de excepción para ver que lo importante y esencial son las personas, no las religiones y que sobre toda disputa debe primar el respeto a cada confesión libremente elegida. También se desmitifica una época de la que poco se conoce y por ello parece ser tranquila. Nada más lejos de la realidad. Después de la marcha de Boabdil y la caída de Granada, muchos moriscos comenzaron a reorganizarse para recuperar el reino perdido. Aqui nuestro protagonista jugará un papel esencial en las relaciones entre ambos bandos.

Sin embargo la situación histórica no propicia este tipo de entendimientos. Tanto uno como otro bando han cometido verdaderas atrocidades contra los otros. Masacres, violaciones, vejaciones, burlas a uno y otro dios,... El odio a muerte entre cristianos y moriscos es atroz, y nuestro protagonista debe sobrevivir y cuidar de su familia (o mejor dicho de sus familias) a base de ingenio, tesón y mucho sacrificio. En su forma de gestionar las situaciones que se le presentan es donde se puede comprobar que se trata de un ser excepcional.


La novela es muy larga, sobrepasa las 1100 páginas, pero se lee con facilidad e interés. Resulta amena y está muy bien estructurada. Desde mis conocimientos no muy extensos de la época que se narra, creo que está muy bien ambientada y muestra como podía ser la vida en esos años posteriores a la reconquista, donde la vida no resultaba fácil para nadie. La profusión de detalles de todo tipo nos hace adentrarnos en la época sin ninguna dificultad.

Desde mi punto de vista esta es una novela de las más logradas para ambientar la época. El trabajo de investigación y documentación de Idelfonso Falcones es más que notable.