Manuel me confirmaba que había caído en medio de la dehabitación galopante de la que hablaban los sociólogos y los periodistas. (Pág 68)
Acabo de terminar el cuarto libro del director, guionista y finalmente felizmente escritor, Santiago Lorenzo. El título ya no deja indiferente a nadie, pues el contenido no esperen que lo haga tampoco. El libro es un canto a la soledad, a la tranquilidad de la vida aislada y a la ausencia de necesidad material tan arraigada en nuestra sociedad. Un hecho desafortunado, un aislamiento forzado en un pueblo abandonado de la rural Castilla y el descubrimiento de uno mismo a través de la soledad y la supervivencia con solo lo necesario. Y todo esto contado por el tío del protagonista que le asiste desde el mundo exterior, envidiando esa vida pero sin ser capaz de conseguirla. Este sería el perfecto resumen de un libro que me ha gustado mucho. Llama la atención el lenguaje despreocupado, grosero a veces e inventado en otras ocasiones. Pero la narrativa resultante es impecable a la vez que original.
Santiago Lorenzo. Foto de Cecilia Díaz Betz |
La tan nombrada España vaciada en estos últimos tiempos como un mal de nuestros días, significa a la vez la posibilidad de disfrutar de unos rincones, una soledad y un silencio que los que vivimos en esta España podemos saborear y sentir. Aparecer en un pueblo de 20 habitantes o menos, pasear por sus callejuelas y llegar a la plaza, punto de reunión y encuentro. Entrar en el bar del pueblo donde pocos habitantes (y habitualmente mayores en edad) toman una cerveza. Pides un café y al instante ya eres uno de ellos. Te hablan, te preguntan, dejan que les preguntes. Y el tiempo no pasa. Y la conversación fluye. Y tu disfrutas.
Cuando se bajaran los calzones o las bragas, en vez de sugerir promesas de caricias parecería que se iban a poner a cagar. (Pág. 114)
En el otro extremo tenemos la gran ciudad, llena de necesidades, competencia, gente despilfarradora, maleducada, prepotente. En el pueblo si hace frío, se pasa frío. Eso en la ciudad es impensable. Si en el pueblo hay silencio, se oye el silencio. En la ciudad es imposible escucharlo. Si en el pueblo no llega la cobertura telefónica, se apaga el móvil y se miran las estrellas. En la ciudad puede colapsarse el mundo por un simple corte eléctrico.
Nos hemos olvidado de vivir de cara a la naturaleza, para darle completamente la espalda. Casi todos somos un poco mochufas (genial palabro inventado por el autor), despilfarramos, exigimos, no toleramos, criticamos,... Por todo esto, libros como este de los asquerosos nos invitan a una reflexión sincera sobre nosotros mismos y los que nos rodean. Tal vez la España vaciada no sea un mal endémico de nuestra sociedad, sino el refugio de las almas puras que buscan algo distinto.
Invisible ya me siento... (pág 160)