Fiel a su estilo, Eduardo Mendoza nos seduce con una historia rocambolesca, disparatada y desternillante, todo al mismo tiempo y todo bajo el estilo inconfundible del escritor barcelonés, autor de obras memorables de este estilo como Sin noticias de Gurb, El último trayecto de Horacio Dos o El tocador de señoras.
En esta ocasión el escritor añade el componente histórico a la trama, pues la acción se desarrolla en el siglo primero de nuestra era en Palestina, cuando el niño Jesús era aún eso, un niño. Y bastante avispado, por cierto, ya que se embarca con el protagonista Pomponio en una investigación detestivesca que no tiene desperdicio.
Por sus páginas desfilan nómadas del desierto, soldados y un tribuno del gran imperio romano, un carpintero condenado por asesinato y que ha de fabricar su propia cruz, una prostituta que vive con su hija y algunos otros personajes que identificaremos sin ningún problema a medida que avanzamos en el libro.
Calificar esta novela no resulta nada fácil, pues puede ser igualmente novela histórica, novela negra, novela absurda e incluso novela de aventuras. Lo que sí es cierto es que resulta de lo más divertida y amena de leer. Tampoco en esta ocasión el autor ha defraudado a los que admiramos ese estilo tan suyo.
En esta ocasión el escritor añade el componente histórico a la trama, pues la acción se desarrolla en el siglo primero de nuestra era en Palestina, cuando el niño Jesús era aún eso, un niño. Y bastante avispado, por cierto, ya que se embarca con el protagonista Pomponio en una investigación detestivesca que no tiene desperdicio.
Por sus páginas desfilan nómadas del desierto, soldados y un tribuno del gran imperio romano, un carpintero condenado por asesinato y que ha de fabricar su propia cruz, una prostituta que vive con su hija y algunos otros personajes que identificaremos sin ningún problema a medida que avanzamos en el libro.
Calificar esta novela no resulta nada fácil, pues puede ser igualmente novela histórica, novela negra, novela absurda e incluso novela de aventuras. Lo que sí es cierto es que resulta de lo más divertida y amena de leer. Tampoco en esta ocasión el autor ha defraudado a los que admiramos ese estilo tan suyo.