Después de Firmin, todos los que disfrutamos y nos sorprendimos con la primera novela de Sam Savage, esperábamos un nuevo trabajo del autor con cierta ansiedad. Se hizo de rogar, pero al fin llegó El lamento del perezoso, publicado en 2009 por Seix Barral.
En esta ocasión el autor nos narra la historia del escritor frustrado Andrew Whitaker y editor de la decadente revista Soap, que además está arruinado. Vive sólo en su mansión heredada, ruinosa, cutre, medio alquilada y su único contacto con el exterior es a través de cartas, que escribe a antiguos colegas, aspirantes a escritores y otro tipo de fauna literaria y a su exmujer, Julie, a la que culpa de no pocos de sus males. También se comunica con el exterior por medio de carteles que cuelga para sus vecinos alquilados, con los que no mantiene, precisamente, una relación muy cordial. Apenas sale de su casa y el deterioro mental y físico se hace patente a medida que avanza el libro.
Entre cartas y carteles aparecen también esbozos de lo que será su gran novela. La culminación de su obra literaria que lo sacará del pozo sin fondo en el que se encuentra metido.
Resulta muy curiosa y original esta forma de contarnos la historia, cartas a escritores, antiguos amigos, vecinos, su exmujer, trozos de su novela, y aunque parezca extraña y tal vez complicada, poco a poco nos va enganchando la trama sin remisión. Aquí se demuestra la genialidad del escritor y lo correctamente que sabe hilbanar la historia.
Si es cierto que este libro me ha dejado un cierto sabor agridulce. Para mi (y para millones de lectores) Firmin fue una grata sorpresa en el mundo literario. Algo nuevo, agradable de leer y que homenajeaba la pasión por la lectura. Tal vez por ello, esperaba más de esta segunda novela de Sam Savage. Cuando el listón se pone muy alto es difícil volver a igualarlo. Merece la pena leerla, aporta ese punto de originalidad en la forma en que se narra la historia, pero falta algo que no sabría definir muy bien.