lunes, 23 de abril de 2012

Feliz Día del Libro



Érase una vez… un pueblecito galés llamado Hay-on-Wye, a medio camino entre Bristol y Birmingham. Corría el año 1961 cuando un bibliófilo graduado en Oxford, Richard Booth, decidió convertirlo en una zona económicamente activa, de referencia internacional y sustentada en una sola mercancía: el libro. Sus primeras acciones fueron comprar el castillo y la antigua estación de bomberos y situar en ellos librerías de segunda mano. Booth desafió las malas predicciones de los vecinos, que no confiaban en un mercado basado en la lectura, y recorrió el país adquiriendo bibliotecas enteras, acumulando libros y más libros. Poco a poco, otros siguieron su ejemplo, y fueron surgiendo librerías en casas abandonadas, en el viejo teatro, en una carnicería. Así, una localidad con no más de 2.000 habitantes tiene cerca de treinta librerías y una estimación de un millón de libros.
En 1977, mientras la idea se extendía a otros países, Booth decidió ir más allá. El 1 de abril de ese año declaró Hay-on-Wye como un reino independiente de las islas británicas y se autoproclamó rey (Richard Cœur de Livre). La respuesta de las autoridades británicas, insistiendo en que Hay formaba parte del Reino Unido, no hizo más que darle mayor publicidad al hecho y al propio Booth que afirmó que, como Hay se hallaba a medio camino entre Inglaterra y Gales, no formaba parte de nada. Cuando al recién investido monarca se le preguntó si iba en serio, respondió:

“Por supuesto que no, ¡pero es más serio que la política real!”

Lo que Booth pretendía con esta ocurrencia que suena a chiste era poner en jaque a un gobierno central que no demostraba interés alguno en revitalizar el mercado local. Ahora es posible sacar un pasaporte de Hay-on-Wye y hasta comprar títulos nobiliarios a partir de 25 libras (menos de 30 euros).
Todo apunta a que la iniciativa de Booth dio buenos frutos. A principios de los noventa, un equipo de investigación de la Universidad de Strathclyde inició un proyecto para analizar los efectos económicos en áreas rurales de la periferia. Los resultados confirmaron un impresionante crecimiento para la localidad de Hay.
En la actualidad, Richard Booth posee dos librerías, una está en el 44 de Lion Street y es la más grande de Hay; la otra se ubica en el castillo, morada del rey. Mientras una de las torres alberga la librería particular de la esposa de Booth, especializada en fotografía, arte y cine, los jardines están ocupados por estanterías repletas de tomos. Ni siquiera hay dependientes, sino que el visitante toma el libro y deposita el dinero en las “honesty boxes”.
Hay-on-Wye recibe medio millón de turistas al año y ha impulsado la creación de una Organización Internacional de Ciudades de Libros (IOB) que, entre otras actividades, organiza un Festival Internacional cada dos años; el último tuvo lugar en Montereggio (Italia) y el próximo será en Wünsdorf-Waldstadt (Alemania) en 2010.
Hoy por hoy, existen más de 20 Ciudades de Libros en todo el mundo: Becherel, Fontenoy-La-Joûte, Cuisery, Charité-sur-Loire y Montmorillon, en Francia; Bredevoort (Holanda); Haerland (Noruega); Montereggio (Italia); Redu (Bélgica); Sedbergh (Inglaterra); St-Pierre-de-Clages (Suiza); Sysmo (Finlandia); Tvedestrand (Noruega); Wigtown (Escocia); Wünsdorf-Waldstadt (Alemania); Langkawi (Malasia); Jinbo y Kenbuchi, en Japón; Bowral (Australia); Nevada City y Archer City, en Estados Unidos. En España, tenemos la Villa del Libro de Urueña (Valladolid), que ya tiene 10 librerías para sus 220 habitantes.

"Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mi se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros."

(Jorge Luis Borges)