Érase una vez… un
pueblecito galés llamado Hay-on-Wye, a medio camino entre
Bristol y Birmingham. Corría el año 1961 cuando un bibliófilo graduado en
Oxford, Richard Booth, decidió convertirlo en una zona
económicamente activa, de referencia internacional y sustentada en una sola
mercancía: el libro. Sus primeras acciones fueron comprar el castillo y la
antigua estación de bomberos y situar en ellos librerías de segunda mano. Booth
desafió las malas predicciones de los vecinos, que no confiaban en un mercado
basado en la lectura, y recorrió el país adquiriendo bibliotecas enteras,
acumulando libros y más libros. Poco a poco, otros siguieron su ejemplo, y
fueron surgiendo librerías en casas abandonadas, en el viejo teatro, en una
carnicería. Así, una localidad con no más de 2.000 habitantes tiene cerca de
treinta librerías y una estimación de un millón de libros.
En 1977, mientras la
idea se extendía a otros países, Booth decidió ir más allá. El 1 de abril de
ese año declaró Hay-on-Wye como un reino independiente de las islas británicas
y se autoproclamó rey (Richard Cœur de Livre). La respuesta de las autoridades
británicas, insistiendo en que Hay formaba parte del Reino Unido, no hizo más
que darle mayor publicidad al hecho y al propio Booth que afirmó que, como Hay
se hallaba a medio camino entre Inglaterra y Gales, no formaba parte de nada.
Cuando al recién investido monarca se le preguntó si iba en serio, respondió:
“Por supuesto que
no, ¡pero es más serio que la política real!”
Lo que Booth pretendía
con esta ocurrencia que suena a chiste era poner en jaque a un gobierno central
que no demostraba interés alguno en revitalizar el mercado local. Ahora es
posible sacar un pasaporte de Hay-on-Wye y hasta comprar títulos nobiliarios a
partir de 25 libras (menos de 30 euros).
Todo apunta a que la
iniciativa de Booth dio buenos frutos. A principios de los noventa, un equipo
de investigación de la Universidad de Strathclyde inició un proyecto para
analizar los efectos económicos en áreas rurales de la periferia. Los
resultados confirmaron un impresionante crecimiento para la localidad de Hay.
En la actualidad,
Richard Booth posee dos librerías, una está en el 44 de Lion Street y es la más
grande de Hay; la otra se ubica en el castillo, morada del rey. Mientras una de
las torres alberga la librería particular de la esposa de Booth, especializada
en fotografía, arte y cine, los jardines están ocupados por estanterías
repletas de tomos. Ni siquiera hay dependientes, sino que el visitante toma el
libro y deposita el dinero en las “honesty boxes”.
Hay-on-Wye recibe medio
millón de turistas al año y ha impulsado la creación de una Organización
Internacional de Ciudades de Libros (IOB) que, entre otras actividades,
organiza un Festival Internacional cada dos años; el último tuvo lugar en
Montereggio (Italia) y el próximo será en Wünsdorf-Waldstadt (Alemania) en
2010.
Hoy por hoy, existen
más de 20 Ciudades de Libros en todo el mundo: Becherel, Fontenoy-La-Joûte,
Cuisery, Charité-sur-Loire y Montmorillon, en Francia; Bredevoort (Holanda);
Haerland (Noruega); Montereggio (Italia); Redu (Bélgica); Sedbergh
(Inglaterra); St-Pierre-de-Clages (Suiza); Sysmo (Finlandia); Tvedestrand
(Noruega); Wigtown (Escocia); Wünsdorf-Waldstadt (Alemania); Langkawi
(Malasia); Jinbo y Kenbuchi, en Japón; Bowral (Australia); Nevada City y Archer
City, en Estados Unidos. En España, tenemos la Villa del Libro de Urueña (Valladolid), que ya
tiene 10 librerías para sus 220 habitantes.
"Hay quienes no pueden imaginar un
mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a
mi se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros."
(Jorge Luis Borges)
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