Es manifiesta, y así ha quedado patente en este blog, mi admiración por Arturo Pérez Reverte, y hete aquí que ha caído en mis manos este escrito que publicó hace un tiempo y que me viene al pelo para reclamar un poco de legitimidad histórica frente a tanto catalanismo y nacionalismo en general "cateto" como tenemos que aguantar. Aquí lo reproduzco:
ARAGÓN TAMBIÉN EXISTE
A pesar de la manipulación histórica de tantos timadores y mangantes. Que sí, hombre, que ya era hora. Que en toda esta lista de 'los más vendidos', en este concurso inaudito de ignorancia, manipulación y mala fe a la hora de reinventar
Eso mientras los que saben se callan, porque son unos mierdecillas, unos 'vendidos', o por el qué dirán, o porque les interesa. Y de ese modo terminamos viviendo en una España virtual, que no la conoce ni la madre que la parió. Así que olé los huevos de Aragón, o de quien decidiera montar la exposición Aragón, reino y corona, que no sé si andará por alguna parte ahora, pero que durante el mes de mayo estuvo abierta en Madrid.
En toda esa mentecatez de la que hablaba antes -ahora resulta que existió un imperio catalán que hasta hace cuatro días pasó inexplicablemente inadvertido a los historiadores, o que los irreductibles vascos nunca se mezclaron en las empresas militares ni comerciales españolas-Aragón había estado mucho tiempo callado, pese a tener muchas cosas que decir, o que matizar, desde aquel lejano siglo onceno en que Ramiro I, contemporáneo del Cid, sentaba las bases de un reino que abarcaría Aragón, Valencia, las Mallorcas, Barcelona, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, Atenas, Neopatria, el Rosellón y
Ése es el hecho cierto, y no lo cambian ni el mucho morro ni el reescribir
Así que cómo me alegro, oigan, de que aquel digno y viejo Aragón olvidado, marginado, asfixiado por la perra política de este perro país, aún sea capaz de decir aquí estoy, desmintiendo a tanto oportunista y a tanto manipulador y a tanto mercachifle.
Recordando que existió una corona aragonesa que constituyó el imperio más extenso del Occidente medieval, donde, bajo su nombre y sus barras, Aragón, Cataluña y Valencia compartieron aventuras, comercio, guerras e historia, enriquecieron sangres y lenguas con el latín, el catalán y el castellano, cartografiaron el mundo, construyeron naves, pasearon mercenarios almogávares y dominaron territorios que luego aportaron a lo que ahora llamamos España, con la manifestación de los fueros y libertades propios en aquella fórmula tremenda, maravillosa y solemne: el «si non, non» heredado de los antiguos godos, mediante el cual los nobles aragoneses -'que somos tanto como vos, y juntos más que vos'- acataban la autoridad del rey de tú a tú, reconociéndolo sólo como el principal entre los iguales.
Por eso son buenas estas iniciativas y estas exposiciones y estas cosas. Son muy buenas, incluso higiénicas; y me sorprende que, como antídoto contra la manipulación y la desmemoria que están convirtiendo este lugar llamado España en una piltrafa y en una casa de putas insolidaria y estulta, no se les dediquen más esfuerzos, ocasiones y dinero.
Por ejemplo, el que se ha utilizado en la imprescindible urgencia de sustituir
Arturo Pérez Reverte