martes, 26 de diciembre de 2017

Templarios

A medio camino entre la realidad y la leyenda, la figura de los templarios siempre ha estado envuelta en un halo de misterio e intriga que los hace irresistibles para jóvenes y mayores. Su arrojo, su heroicidad y las infinitas batallas en las que se vieron envueltos, así como su propio trágico final, los convierten en una parte de la historia medieval con un especial interés para expertos y neófitos.  Este libro trata de discernir que hay de verdad y que parte es leyenda en la historia de estos hombres consagrados a dos actividades tan antagónicas como son las armas y el rezo a Dios.
Su historia comienza en las tierras de Oriente, a la vez que la primera cruzada que trataba de recuperar para la cristiandad los lugares sagrados de Palestina. Una vez conseguidas diversas plazas en Oriente, entre ellas Jerusalén, la joya para cristianos y musulmanes, se hacía necesaria su defensa de los infieles musulmanes así como la protección de los miles de peregrinos cristianos que visitaban los lugares santos. Y es aquí donde entra en juego un caballero, Hugo de Payns, fundador de la orden del Temple que debe su nombre a la primera sede que tuvo en la explanada del templo de Cristo en Jerusalén.
Escudo de la orden del Temple

Gozando de un enorme esplendor en Tierra Santa y con grandes éxitos en su lucha contra los musulmanes, la orden del temple comienza su inclusión en Europa, sobre todo en la Península Ibérica, donde la lucha contra el infiel también es una realidad. Así pronto cobran gran importancia las órdenes de Portugal y Aragón, donde consiguen importantes donaciones de reyes y nobles. Destaca la donación de todo su reino a la orden del Temple de Jaime I de Aragón que murió sin descendencia.


Cartel explicativo en el castillo templario de Jerez de los Caballeros
Con sus grandes hazañas militares y la acumulación de grandes riquezas, la orden del Temple comenzó a convertirse en una seria amenza para toda la cúspide de la jerarquía medieval. A pesar de que varios reyes debían la expansión de sus dominios a la orden, comenzaron a apoyar al rey francés que debido a las enormes deudas que había contraído con los templarios y que era incapaz de saldar, inició una campaña de difación que comenzó a dar sus frutos. Los acusaba de brujería y prácticas satánicas.

El declive de la orden fue fulminate culminando con la quema en la hoguera por orden del rey Felipe el Hermoso y el Papa Clemente de su último gran maestre, Jacques de Molay, vigésimo tercer Gran Maestre de la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y el Templo de Salomón.

Jacques Bernard de Molay

¡Pagarás por la sangre de los inocentes, Felipe, rey blasfemo! ¡Y tú, Clemente, traidor a tu Iglesia! ¡Dios vengará nuestra muerte, y ambos estaréis muertos antes de un año!», proclamó antes de morir