miércoles, 22 de julio de 2009

Pompeya

El best-seller escrito por Robert Harris en 2003 es mucho más que la historia de los últimos días de la ciudad romana de Pompeya antes de la erupción del Vesubio, acaecida en un tórrido mes de agosto del año 79 d.C. En el libro se reflejan el tesón, el amor a su trabajo, la honestidad de un ingeniero encargado del mantenimiento de la compleja red de acueductos de la bahía de Nápoles, Marco Atilio, en contraposición con el carácter vulgar, corruptible, ambicioso, despreciativo con todo lo que suene a cultura y saber, y por ello, totalmente ignorante, de un nuevo rico, Ampliato, antiguo esclavo de una familia influyente de Pompeya y que gracias a la especulación inmobiliaria se ha hecho de mucho dinero (sorprendente, ¿no?).

Son dos mundos contrapuestos y condenados a no entenderse, a pesar del amor que el ingeniero siente por la hija del nuevo rico, de nombre Corelia y enfrentada a su padre por su vulgaridad y despotismo hacia su propia familia.


Esta contraposición sirve al autor para describir con bastante acierto y rigor la forma de vida de los ricos habitantes de las villas de la bahía, cómo las construían y cómo disfrutaban de hermosos jardines, piscinas y festines en los que consumían los manjares más exquisitos (al menos para los gustos de la época). Por otro lado nos relata la vida de los trabajadores del acueducto, mucho menos regalada que la de los ricos y rayando muchas veces en la pura supervivencia.


La nota de color la pone la presencia de un sabio romano, almirante de su flota y de sobra conocido, Plinio el viejo, que en sus últimos días de vida tiene la enorme suerte de vivir y relatar para los siglos venideros un acontecimiento de la magnitud de la erupión del Vesubio. Entre las frases que merece destacar, pronuncia ésta en el libro: La mezquindad y la avaricia humana bastarían para escribir un tratado.


A mi el libro me ha sorprendido por el paralelismo que existe entre las vidas de los romanos y muchas de las situaciones de nuestra vida actual. El hombre siempre ha sentido los mismos deseos, ha tenido la misma avaricia, ha sentido los mismos celos y se ha conducido de la misma forma noble o mezquina, según el caso. Muchas de sus páginas son un verdadero ejercicio de reflexión.

Por otro lado están muy logrados los prolegómenos que el autor describe y que acabarán con la erupción del volcán. Son pequeños detalles, pequeñas muestras de la naturaleza, que pasan desapercibidos para todos salvo para epíritus observadores como Atilio, el ingeniero, o Plinio el viejo, el naturalista.

Incluyo un mapa de la bahía de Nápoles que se hecha de menos en el libro, sobre todo para situar las distintas poblaciones por las que pasan los protagonistas y para hacerse una idea del discurrir del Aqua Augusta.

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