miércoles, 8 de mayo de 2013

Dublineses

Un viaje a Dublín puede ser el desencadenante para comenzar a leer Dublineses de James Joyce. Si además te adentras en él antes de partir y lo lees mientras visitas la ciudad, la experiencia puede ser doblemente gratificante. O triplemente si le añadimos alguna que otra cerveza Guinness en alguno de los numerosos pubs de Temple Bar.

Dublín sigue manteniendo mucho de sus tradiciones ancestrales. Sus gentes aprecian las costumbres de sus mayores y se aferran a su pasado, no como una forma de huir del presente, sino con orgullo. Esas costumbres les han hecho famosos en el mundo entero, son sus seña de identidad allí donde van y surgen de su propia y original forma de ver la vida.

En este sentido el libro de Joyce refleja esas tradiciones inamovibles. La forma en que sus gentes se relacionan, la forma en que viven, como beben,bailan y cantan en los pubs,...  En cierto sentido creo que ayudan a perpetuarlas, a establecerlas en el adn de los dublineses.

Este clásico de la literatura irlandesa está formado por una serie de cuentos que nos retratan diversas escalas sociales del Dublín que James Joyce recordaba, pues dejó la ciudad de pequeño y no regresó a ella. La mayor parte de su obra se centra en una Irlanda de la que habla de memoria. Ello le confiere el valor de la visión infantil e inocente exenta de perjuicios adquiridos con la edad. Pero de ninguna manera resulta infantil. Es una visión pura y realista, tal como era Dublín a los ojos de un niño curioso y observador.


James Joyce

Leer o releer este libro sigue siendo una delicia aconsejable en cualquier momento, pero absolutamente imprescindible si pensamos visitar la bella ciudad irlandesa. Nos permitirá verla con otros ojos, comprender muchas cosas y no dejar pasar por alto la enorme cantidad de detalles e historias que encierran sus calles, jardines, edificios y gentes.

Puente sobre el río Liffey


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