"No podía decirle la razón. Todavía no. Quizá cuando fuera mayor sería capaz de expresar las palabras en voz alta... El señor Janácek se lo había dicho hacía tiempo. Lo había hechos por la mejor razón del mundo. Por amor"
John Boyne (Dublín, 1971) es y será mundialmente conocido por su novela "El niño con el pijama de rayas" (2006). Con más de dos millones de ejemplares vendidos, consiguió conmover al público con una historia tan tierna como sobrecogedora. Si soy sincero, esta es la principal razón que me llevó a comprar y leer este "Quedaos en la trinchera y luego corred". Cambien la Segunda Guerra Mundial por la Primera, volviendo a utilizar a un niño como protagonista principal e indiscutible de la novela, y tiene como resultado esta nueva lectura.
"El día que estalló la Primera Guerra Mundial, Alfie celebraba su quinto cumpleaños. Cuatro años más tarde, Alfie no tiene noticias del paradero de su padre y da por hecho que ha muerto en el frente. Pero el tropiezo casual con unos papeles le revelará que no es así. En un mundo desgajado por la insensatez de la guerra, el pequeño Alfie se armará de valor para encontrar a su padre y devolverlo con los suyos"
Considero que con esta novela el autor ha conseguido, una vez más, narrar una historia conmovedora, llena de realidad y sentimiento. Un desgarrador testimonio de las consecuencias que tuvo la Primera Guerra Mundial, no solo en los soldados que se pusieron al frente, si no también, la descripción de las horribles consecuencias que vivieron todos los familiares y vecinos de Londres, se describen y sobrecogen en esta novela. Dividida en catorce capítulos, quiero destacar aquello que más me ha llamado la atención en cada uno de ellos, como una forma de resumir, de otra manera diferente a la convencional, el propio desarrollo de la novela:
Capítulo 1: "Despídeme con una sonrisa"; ("Los enfrentamientos habían comenzado el 28 de julio de 1914. Puede que otras personas no recordaran la fecha con tanta facilidad, pero Alfie jamás la olvidaría, porque era su fecha de nacimiento" "Aunque, por la noche, antes de dormirse, intentaba pensar en todo lo que recordaba de sus padres antes de que cambiaran, porque, si los recordaba tal como eran antes, siempre cabía la posibilidad d que un día volvieran a ser así".) Empieza la Primera Guerra Mundial y ya se observan las primeras consecuencias negativas en las familias de Londres.
Capítulo 2: "Si fueras el único alemán de la trinchera"; ("No es la bandera de Inglaterra, es la bandera de mi país. Donde yo nací y crecí. Praga es una ciudad muy bella -añadió. Se acarició el mentó y se quedó mirando un bote lleno de juguetes para saltar-. Quizá la más bella del mundo. La ciudad de Mozart y Dvorák. La ciudad donde se estrenaron Las bodas de Fígaro y Don Juan. Y, si no has atravesado el río Moldava por el puente de Carlos mientras el sol se pone detrás del castillo, no has vivido, amigo mío. Un día irás a visitarla, estoy seguro") Vecinos y amigos de Londres comienzan a sufrir las consecuencias de "pertenecer", de una u otra manera, al Imperio austrohúngaro (alemanes, rusos...).
Capítulo 3: "Mantened encendido el fuego del hogar". Capítulo 4: "Tu rey y tu país te necesitan"; ("Pueden que estuvieran en guerra, pero seguía habiendo una cantidad sorprendente de caballeros ingleses que querían llevar los zapatos relucientes") El problema de los ingleses era que siempre querían que otras personas les sirvieran. Los ricos tenían ayudas de cámara y lacayos, mayordomos y amas de llaves; los pobres no podían permitirse esos lujos y les reconfortaba que alguien les limpiara los zapatos. Hacía que se sintieran importantes.
Capítulo 5: "Cuando esta maldita guerra termine"; ("Un hombre que tenía el bigote pelirrojo había colgado una serie de carteles de propaganda militar por toda la estación: en uno aparecía una imagen de Londres por la noche, con el Big Ben y la catedral de San Pablo en primer plano. "ES MEJOR ENFRENTARSE A LAS BALAS QUE MORIR EN CASA POR CULPA DE UNA BOMBA", decía. En otro aparecía: "¡SÍGUEME! -decía- ¡TU PAÍS TE NECESITA!". Alfie no creía que hubiera muchos soldados así de felices en la vida real")
A muchos les resultará más familiar la imagen del Tío Sam reclutando soldados para el combate, pero lo cierto es que la idea original es británica. El de la imagen no es otro que Horatio Kitchnere, Secretario de Estado de la Guerra británico. Con la mirada firme y el dedo imponente, el ilustrador Alfred Leete utilizo su figura como símbolo de la extensa campaña de reclutamiento que Gran Bretaña puso en marcha apenas un mes después de iniciada la guerra. El 5 de septiembre de 1914 el cartel se estrenaba en la portada de la revista "London Opinion", y viviría después sucesivas reencarnaciones como póster. Fue efectivo, consumando una de las campañas de reclutamiento más fructíferas de toda la guerra.
Capítulo 6: "Para mi novia y para mí"; ("Hay muchas formas de colaborar en una guerra -arguyó-. No estoy seguro de que matar gente se la más productiva") Se pone de manifiesto que todo aquel que no quería participar en la guerra, era considerado un mal patriota y rechazado y humillado por la gran mayoría de la sociedad británica.
Capítulo 7: "Hola, ¿quién es tu amiga?". Capítulo 8: "¿Estamos descorazonados?; ("Alfie la miró. Casi le daba miedo preguntar. -¿Qué es?. Marian Bancroft lo miró y sonrió. No fue una sonrisa alegre sino, más bien, la clase de sonrisa que acompaña a una mala noticia: una sonrisa que pretende tranquilizar. -Neurosis de guerra- respondió") La Neurosis de guerra no es una entidad clínica en sí misma. Pertenece a la categoría de la neurosis traumática definida en 1889 por Hermann Oppenheim, quien la describió como una afección orgánica consecutiva a un traumatismo real que provocó una alteración física de los centros nerviosos, acompañada de síntomas psíquicos: depresión, hipocondría, angustia, delirio,... Con la Primera Guerra Mundial se reactivó el interminable debate sobre el origen traumático de la neurosis. Las jerarquías militares recurrieron a psiquiatras de todas las orillas para que trataran de desenmascarar a los simuladores, sospechosos de ser falsos enfermos, es decir, mentirosos, desertores, malos patriotas. En este contexto se produjo en Viena, en 1920, en el marco de una resonante polémica, el primer gran debate sobre el estatuto de la neurosis de guerra.
Capítulo 9: "¡Oh! ¡Qué guerra tan bella!; ("(...) Aunque el propósito de la política debería ser hacer cosas, no sólo hablar de hacerlas, ¿no crees?. Pero si no nos mezclamos con la gente, empiezan a pensar que les hemos olvidado y se ponen a buscar para ver si algún otro puede hacerlo mejor")
Capítulo 10: "Chitón, que viene un obús". Capítulo 11: "Mete tus problemas en tu viejo petate"; ("Sólo entonces cayó Alfie en la cuenta de que su padre había dejado de comportarse como su padre. Parecía que hubieran intercambiado papeles y que Georgie no cuestionara nada de lo que Alfie decía; como si el adulto fuera él y Georgie fuera el niño. Aquella idea le produjo mucho malestar e incluso un poco de miedo. Se suponía que su padre debía cuidar de él y no al revés") Este es el momento donde el pequeño Alfie asume que su padre no es el mismo, que la guerra lo ha cambiado y que ahora es él el que tiene que cuidar de su padre. Neurosis de guerra, puesta de manifiesto a través de los ojos de un niño.
Capítulo 12: "Quiero irme a casa"; ("(...) Alfie dobló la esquina, donde su padre le esperaba, mirando el cielo. -Qué grande es el mundo, ¿verdad? -dijo- ¿Crees que en los otros planetas también se odian tanto?") El autor trata de reflejar una vez más, ya que lo hace en muchas ocasiones a lo largo de la novela, el sinsentido de una guerra.
Capítulo 13: "Hay un largo, largo camino que serpentea"; ("Joe, el doctor Ridgewell, la abuela Summefield, Alfie y el Viejo Bill Hemperton cruzaron la calle a toda prisa y entraron rápidamente en el número dieciséis. Dentro encontraron a Margie y a Georgie sentados juntos en el sofá, abrazados, cada uno con la cabeza apoyada en el hombro del otro")
Capítulo 14: "Llévame de vuelta a mi querida Inglaterra"; ("Era julio de 1922, casi cuatro años después del final de la guerra, y Alfie Summefield cumplía trece años. Ya nada era como antes. Ahora todo me parece una ilusión. Yo no hice nada malo. Y esta gente me ha destrozado")
En definitiva, se trata de una novela conmovedora, llena de realidad, que personalmente recomendaría a todo aquel que quiera acercarse a los sentimientos que transmite un niños de 6 años, en medio de uno de los desastres más atroces de los adultos, a comienzos del Siglo XX.
"-El sargento- respondió Georgie, sin despegar los ojos del suelo-. Nos lo decía todas las noches antes de que saliéramos a combatir. Nos ponía en fila en las escaleras de la trinchera. Una fila de hombres con la cabeza casi a la altura del suelo. La siguiente fila unos cuantos peldaños más abajo, preparados para seguirles. Y los siguientes en el suelo de la trinchera, listos para empezar a subir las escaleras. Teníamos que esperar hasta que cada fila salía a combatir y entonces nos tocaba a nosotros. No debíamos movernos hasta que los hombres que iban delante se hubieran perdido entre el humo y la metralla. "Quedaos en la trinchera y luego corred", eso nos decía. "Quedaos en la trinchera y luego corred". Todas las noches. Todas las noches, Alfie".
Capítulo 1: "Despídeme con una sonrisa"; ("Los enfrentamientos habían comenzado el 28 de julio de 1914. Puede que otras personas no recordaran la fecha con tanta facilidad, pero Alfie jamás la olvidaría, porque era su fecha de nacimiento" "Aunque, por la noche, antes de dormirse, intentaba pensar en todo lo que recordaba de sus padres antes de que cambiaran, porque, si los recordaba tal como eran antes, siempre cabía la posibilidad d que un día volvieran a ser así".) Empieza la Primera Guerra Mundial y ya se observan las primeras consecuencias negativas en las familias de Londres.
Capítulo 2: "Si fueras el único alemán de la trinchera"; ("No es la bandera de Inglaterra, es la bandera de mi país. Donde yo nací y crecí. Praga es una ciudad muy bella -añadió. Se acarició el mentó y se quedó mirando un bote lleno de juguetes para saltar-. Quizá la más bella del mundo. La ciudad de Mozart y Dvorák. La ciudad donde se estrenaron Las bodas de Fígaro y Don Juan. Y, si no has atravesado el río Moldava por el puente de Carlos mientras el sol se pone detrás del castillo, no has vivido, amigo mío. Un día irás a visitarla, estoy seguro") Vecinos y amigos de Londres comienzan a sufrir las consecuencias de "pertenecer", de una u otra manera, al Imperio austrohúngaro (alemanes, rusos...).
Capítulo 3: "Mantened encendido el fuego del hogar". Capítulo 4: "Tu rey y tu país te necesitan"; ("Pueden que estuvieran en guerra, pero seguía habiendo una cantidad sorprendente de caballeros ingleses que querían llevar los zapatos relucientes") El problema de los ingleses era que siempre querían que otras personas les sirvieran. Los ricos tenían ayudas de cámara y lacayos, mayordomos y amas de llaves; los pobres no podían permitirse esos lujos y les reconfortaba que alguien les limpiara los zapatos. Hacía que se sintieran importantes.
Capítulo 5: "Cuando esta maldita guerra termine"; ("Un hombre que tenía el bigote pelirrojo había colgado una serie de carteles de propaganda militar por toda la estación: en uno aparecía una imagen de Londres por la noche, con el Big Ben y la catedral de San Pablo en primer plano. "ES MEJOR ENFRENTARSE A LAS BALAS QUE MORIR EN CASA POR CULPA DE UNA BOMBA", decía. En otro aparecía: "¡SÍGUEME! -decía- ¡TU PAÍS TE NECESITA!". Alfie no creía que hubiera muchos soldados así de felices en la vida real")
A muchos les resultará más familiar la imagen del Tío Sam reclutando soldados para el combate, pero lo cierto es que la idea original es británica. El de la imagen no es otro que Horatio Kitchnere, Secretario de Estado de la Guerra británico. Con la mirada firme y el dedo imponente, el ilustrador Alfred Leete utilizo su figura como símbolo de la extensa campaña de reclutamiento que Gran Bretaña puso en marcha apenas un mes después de iniciada la guerra. El 5 de septiembre de 1914 el cartel se estrenaba en la portada de la revista "London Opinion", y viviría después sucesivas reencarnaciones como póster. Fue efectivo, consumando una de las campañas de reclutamiento más fructíferas de toda la guerra.
Capítulo 6: "Para mi novia y para mí"; ("Hay muchas formas de colaborar en una guerra -arguyó-. No estoy seguro de que matar gente se la más productiva") Se pone de manifiesto que todo aquel que no quería participar en la guerra, era considerado un mal patriota y rechazado y humillado por la gran mayoría de la sociedad británica.
Capítulo 7: "Hola, ¿quién es tu amiga?". Capítulo 8: "¿Estamos descorazonados?; ("Alfie la miró. Casi le daba miedo preguntar. -¿Qué es?. Marian Bancroft lo miró y sonrió. No fue una sonrisa alegre sino, más bien, la clase de sonrisa que acompaña a una mala noticia: una sonrisa que pretende tranquilizar. -Neurosis de guerra- respondió") La Neurosis de guerra no es una entidad clínica en sí misma. Pertenece a la categoría de la neurosis traumática definida en 1889 por Hermann Oppenheim, quien la describió como una afección orgánica consecutiva a un traumatismo real que provocó una alteración física de los centros nerviosos, acompañada de síntomas psíquicos: depresión, hipocondría, angustia, delirio,... Con la Primera Guerra Mundial se reactivó el interminable debate sobre el origen traumático de la neurosis. Las jerarquías militares recurrieron a psiquiatras de todas las orillas para que trataran de desenmascarar a los simuladores, sospechosos de ser falsos enfermos, es decir, mentirosos, desertores, malos patriotas. En este contexto se produjo en Viena, en 1920, en el marco de una resonante polémica, el primer gran debate sobre el estatuto de la neurosis de guerra.
Capítulo 9: "¡Oh! ¡Qué guerra tan bella!; ("(...) Aunque el propósito de la política debería ser hacer cosas, no sólo hablar de hacerlas, ¿no crees?. Pero si no nos mezclamos con la gente, empiezan a pensar que les hemos olvidado y se ponen a buscar para ver si algún otro puede hacerlo mejor")
Capítulo 10: "Chitón, que viene un obús". Capítulo 11: "Mete tus problemas en tu viejo petate"; ("Sólo entonces cayó Alfie en la cuenta de que su padre había dejado de comportarse como su padre. Parecía que hubieran intercambiado papeles y que Georgie no cuestionara nada de lo que Alfie decía; como si el adulto fuera él y Georgie fuera el niño. Aquella idea le produjo mucho malestar e incluso un poco de miedo. Se suponía que su padre debía cuidar de él y no al revés") Este es el momento donde el pequeño Alfie asume que su padre no es el mismo, que la guerra lo ha cambiado y que ahora es él el que tiene que cuidar de su padre. Neurosis de guerra, puesta de manifiesto a través de los ojos de un niño.
Capítulo 12: "Quiero irme a casa"; ("(...) Alfie dobló la esquina, donde su padre le esperaba, mirando el cielo. -Qué grande es el mundo, ¿verdad? -dijo- ¿Crees que en los otros planetas también se odian tanto?") El autor trata de reflejar una vez más, ya que lo hace en muchas ocasiones a lo largo de la novela, el sinsentido de una guerra.
Capítulo 13: "Hay un largo, largo camino que serpentea"; ("Joe, el doctor Ridgewell, la abuela Summefield, Alfie y el Viejo Bill Hemperton cruzaron la calle a toda prisa y entraron rápidamente en el número dieciséis. Dentro encontraron a Margie y a Georgie sentados juntos en el sofá, abrazados, cada uno con la cabeza apoyada en el hombro del otro")
Capítulo 14: "Llévame de vuelta a mi querida Inglaterra"; ("Era julio de 1922, casi cuatro años después del final de la guerra, y Alfie Summefield cumplía trece años. Ya nada era como antes. Ahora todo me parece una ilusión. Yo no hice nada malo. Y esta gente me ha destrozado")
En definitiva, se trata de una novela conmovedora, llena de realidad, que personalmente recomendaría a todo aquel que quiera acercarse a los sentimientos que transmite un niños de 6 años, en medio de uno de los desastres más atroces de los adultos, a comienzos del Siglo XX.
"-El sargento- respondió Georgie, sin despegar los ojos del suelo-. Nos lo decía todas las noches antes de que saliéramos a combatir. Nos ponía en fila en las escaleras de la trinchera. Una fila de hombres con la cabeza casi a la altura del suelo. La siguiente fila unos cuantos peldaños más abajo, preparados para seguirles. Y los siguientes en el suelo de la trinchera, listos para empezar a subir las escaleras. Teníamos que esperar hasta que cada fila salía a combatir y entonces nos tocaba a nosotros. No debíamos movernos hasta que los hombres que iban delante se hubieran perdido entre el humo y la metralla. "Quedaos en la trinchera y luego corred", eso nos decía. "Quedaos en la trinchera y luego corred". Todas las noches. Todas las noches, Alfie".
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