Parece que la despoblación de nuestros pueblos en las zonas rurales ha invadido mi biblioteca en estos últimos meses. Es un pequeño consuelo pensar que mientras los pueblos se vacían mi biblioteca se llena de libros deslumbrantes. Al interesante libro de Sergio del Molino titulado La España Vacía (ya publicado en el blog aquí) se une ahora la lectura de este clásico del autor leonés Julio Llamazares, La lluvia amarilla. Escrito en 1988, cobra especial relevancia en nuestros días al ver como muchos pueblos mueren y desaparecen al morir su último habitante. Y esto ocurre en amplias zonas del interior peninsular.
En esta ocasión la historia se sucede en el pueblo real de Ainielle, enclavado en el Pirineo aragonés. Es una historia novelada, pero pudo ser lo que pasó en este pueblo hoy abandonado. Y si esto que cuenta el libro no pasó en Ainielle pasó en cualquier otro pueblo abandonado del Pirineo de los muchos que desgraciadamente existen dispersos entre las montañas. O en un pueblo de Soria, o de Cuenca, o de Guadalajara, o de Teruel, o de...
El autor nos cuenta como un habitante de Anielle, conocido como Andrés de casa Sosas, pueblo donde nacieron sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos,... se niega a abandonarlo a pesar de que poco a poco todos sus habitantes se van o se mueren. Poco a poco, como un goteo lento y lastimoso, va recibiendo palos en sus costillas cuando se va la familia con la que siempre han intimado y compartido los buenos momentos, cuando se va la familia con la que siempre ha tenido rencillas y rencores, cuando se va su hijo que no tiene interés en seguir con la vida de sus antepasados, dura y sacrificada en exceso y finalmente el golpe mortal lo recibe al morir su mujer y quedar como único habitante del pueblo.
A partir de aquí comienza un declive mental y físico que lo llevará a las puertas de la muerte, la suya propia y la de su amado pueblo. El autor narra en primera persona lo que se pasa por la cabeza de Andrés. Como la soledad dueña del pueblo le hace rememorar tiempos y familiares pasados. Convive con ellos, se encuentar con ellos en la casa, comparte el calor del hogar en las noches frías y solitarias. Y se prepara para su propia muerte que ya presiente cercana.
Una obra para reflexionar y disfrutar de la delicadeza del lenguaje de Julio Llamazares. Ternura que desborda cada página de este libro.Y reivindicación para que se tomen las medidas necesarias que permitan frenar el mal endémico que afecta a muchas regiones de España donde la densidad de población es la más baja de Europa.
Nadie iniciará el gesto de la cruz o el de la repugnancia cuando, tras
esa puerta, las linternas me descubran al fin encima de la cama, vestido
todavía, mirándoles de frente, devorado por el musgo y por los pájaros
En esta ocasión la historia se sucede en el pueblo real de Ainielle, enclavado en el Pirineo aragonés. Es una historia novelada, pero pudo ser lo que pasó en este pueblo hoy abandonado. Y si esto que cuenta el libro no pasó en Ainielle pasó en cualquier otro pueblo abandonado del Pirineo de los muchos que desgraciadamente existen dispersos entre las montañas. O en un pueblo de Soria, o de Cuenca, o de Guadalajara, o de Teruel, o de...
Pueblo abandonado de Anielle |
El autor nos cuenta como un habitante de Anielle, conocido como Andrés de casa Sosas, pueblo donde nacieron sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos,... se niega a abandonarlo a pesar de que poco a poco todos sus habitantes se van o se mueren. Poco a poco, como un goteo lento y lastimoso, va recibiendo palos en sus costillas cuando se va la familia con la que siempre han intimado y compartido los buenos momentos, cuando se va la familia con la que siempre ha tenido rencillas y rencores, cuando se va su hijo que no tiene interés en seguir con la vida de sus antepasados, dura y sacrificada en exceso y finalmente el golpe mortal lo recibe al morir su mujer y quedar como único habitante del pueblo.
A partir de aquí comienza un declive mental y físico que lo llevará a las puertas de la muerte, la suya propia y la de su amado pueblo. El autor narra en primera persona lo que se pasa por la cabeza de Andrés. Como la soledad dueña del pueblo le hace rememorar tiempos y familiares pasados. Convive con ellos, se encuentar con ellos en la casa, comparte el calor del hogar en las noches frías y solitarias. Y se prepara para su propia muerte que ya presiente cercana.
Y ahora que la muerte ronda ya la puerta de este cuarto y el aire va
tiñendo poco a poco mis ojos de amarillo, incluso me consuela pensar que
están ahí, sentados junto al fuego, esperando el momento en que mi
sombra se reúna para siempre con las suyas
Una obra para reflexionar y disfrutar de la delicadeza del lenguaje de Julio Llamazares. Ternura que desborda cada página de este libro.Y reivindicación para que se tomen las medidas necesarias que permitan frenar el mal endémico que afecta a muchas regiones de España donde la densidad de población es la más baja de Europa.
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