A principios de 1971, Marguerite
Hart, una empleada pública de la Biblioteca de Troy (Michigan), se puso en
contacto con decenas de destacados artistas, escritores, políticos, astronautas
y científicos de la época y les solicitó que escribieran unas cartas dirigidas
a los niños de esta localidad explicándoles, en un lenguaje que pudieran
comprender, el universo de conocimientos y diversión que iban a encontrar en
los libros que aguardaban en sus estanterías, listos para ser consultados.
Hasta 97 de los notables con los
que contactó, entre los que se encontraban nombres tan conocidos como Neil
Armstrong, Ronald Reagan, Theodore Geisel o Hardie Gramatky, respondieron a su
petición de ayuda y le hicieron llegar sus respectivas misivas animando a los más
pequeños a visitar dicha biblioteca.
De entre todos los escritos que
recibió, llamó la atención especialmente éste del gran Isaac Asimov:
Queridos Chicos y Chicas,
Felicidades por la nueva
biblioteca, porque no es sólo una biblioteca. Es una nave espacial que os
llevará a los más lejanos límites del Universo, una máquina del tiempo que os
llevará al lejano pasado y al lejano futuro, una profesora que sabe más que
ningún ser humano, una amiga que os entretendrá y consolará y, por encima de
todo, una puerta a una mejor, más feliz y más provechosa vida.
Isaac Asimov
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