sábado, 5 de marzo de 2016

El enamorado de la Osa Mayor

En el espacio abierto del camino fronterizo, los "caravinagres" nos podían perseguir y coser a tiros con gran facilidad

Cuando un libro viene precedido de una historia vital sorprendente, nada común y que se sale de los cánones habituales de los simples mortales, aparece en muchos lectores, entre los que me incluyo, una tendencia a leer esa novela que no es fruto de la ficción sino de la realidad con una atracción especial, casi mágica. Este hecho ejerce un extraño magnetismo que nos atrae hacia la obra y que en muchas ocasiones no se trata más que de una argucia comercial del avispado editor de turno. ¿Puede aportar algo más una novela fruto de unos acontecimientos vividos que la novela puramente inventada? Tal vez si o tal vez no, pero en estos casos pienso en aquello de La realidad supera ampliamente a la ficción y ya no queda más remedio que sumergirse en su lectura. Y el editor de turno lo sabe.


Esto es lo que le ocurre a esta novela, El enamorado de la Osa Mayor, escrita por un contrabandista polaco que después de muchos años traficando en la frontera con la antigua URSS, es detenido y condenado a 30 años de cárcel. Sin formación ni experiencia literaria previa, solicita papel y lápiz como muchos de sus compañeros de cautiverio y, desde su celda, comienza a contar al mundo su peculiar historia. La gran diferencia es que de esas notas sale una de las novelas biográficas más interesantes del siglo XX. Se trata de Sergiusz Piasecki, escritor por casualidad y luchador por necesidad.

En esta historia no sólo hay contrabando, frontera y mercancías. Eso es sólo el marco que encuadra la historia. Los contrabandistas son también seres humanos que sufren, padecen, aman, odian y se protegen. En sus incursiones por la frontera pasan frío, miedo, hambre, algunos mueren y muchos ganan bastante dinero. Se estafan entre ellos y roban a los mercaderes para los que trafican. Algunos se erigen en líderes de la frontera y nada pasa de un lado a otro sin su consentimiento. Es una forma de vida arriesgada e insegura, pero para el que la prueba le resulta casi imposible abandonarla, a no ser que sea detenido o muerto. Y todo con una regla básica y fundamental, no soltar jamás la portadera con la mercancía: si te pillan sin ella te acusan de espionaje y estás sentenciado a muerte. Si te pillan con ella te acusan de contrabando y te meten hasta 30 años entre rejas. La diferencia es clara.

En el libro también se habla de amor. En medio de la rudeza provocada por la frontera y sus trasiegos de materiales y vidas, también hay espacio para la ternura, el amor y los celos. Hay matrimonios que contrabandean juntos. Están las fieles esposas que esperan a sus maridos en casa. Hay mujeres que sirven de enlace o vigía. Y nuestro protagonista se enamora de dos chicas durante su etapa de contrabandista, una matutera que le ofrece una vida juntos que él rechaza y la hermana de un jefe, inalcanzable, hermosa, fría y tal vez, demasiado calculadora. Una relación es tranquila y armoniosa. La otra tormentosa y despiadada.

También incluye esta intensa biografía una etapa de prófugo de la justicia, donde el protagonista se ve obligado a vivir en medio del bosque en estado semisalvaje. Su sustento depende de robar a otros contrabandistas y hacerse dueño de los pasos francos para el contrabando.

En definitiva es un libro que lo tiene todo y todo es real. Resulta ameno e interesante y yo lo he disfrutado mucho y en ningún momento se me ha hecho pesado. Mantiene el interés a lo largo de cada una de sus páginas y a pesar de su volumen, aún te quedas con ganas de más.

Aquí todo el mundo aparenta algo, desempeña algún papel en una gran farsa, en una comedia, actúa en casa y fuera de ella. Aquí, las mujeres camuflan sus cuerpos contrahechos.

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