Este fue el segundo libro que se propuso para su lectura cuando yo ingresé en el Club de Lectura de Talavera (me estrené con "Matar a un Ruiseñor", de Harper Lee). Un cuento cortito y con un gran mensaje, que se lee rápido pero llega al corazón. Dejé pasar el tiempo y no había creado la entrada en nuestro blog. Aprovechando la tranquilidad de las vacaciones navideñas me he acordado de él, he vuelto a leerlo y me ha vuelto a pellizcar el alma... Merecía escribir sobre esta preciosa historia de Sadako antes de fin de año.
"Sadako y las mil grullas de papel" es una historia real, basada en la vida de una niña que vivió en Japón desde 1943 hasta 1955.
Sadako vivía en Hiroshima cuando la Fuerza Aérea de los Estados Unidos dejó caer en aquella ciudad una bomba atómica, con el propósito de dar fin a la Segunda Guerra Mundial. Diez años más tarde, Sadako falleció a consecuencia de la radiación producida por la bomba atómica.
Su coraje hizo que Sadako se convirtiera en una heroína para los niños japoneses. Esta es su historia.
"Sadako Sasaki falleció el día 25 de octubre de 1955.
Sus compañeros de clase hicieron otras trescientas cincuenta y seis grullas para poder enterrar mil junto a Sadako. Su deseo, en cierta forma, se cumplió.
Sadako vive y vivirá en el corazón de las personas por mucho tiempo. Poco después de su muerte, sus compañeros de clase reunieron todas sus cartas y las publicaron en un libro. Lo titularon "Kokeshi", como el nombre de la muñeca que ellos le habían regalado durante su estancia en el hospital. El libro circuló por todo Japón y pronto la gente conoció la historia de Sadako y las mil grullas de papel.
Los amigos de Sadako comenzaron a soñar con la idea de dedicar un monumento a Sadako y a todos los niños que habían muerto a consecuencia de la bomba atómica. Niños y niñas, a través de todo el país, ayudaron a recaudar fondos para este proyecto. Finalmente el sueño se hizo realidad, y en 1958 fue inaugurada una estatua en el Parque de la Paz, en Hiroshima. Allí está Sadako, de pie, sobre una montaña de granito que simboliza el paraíso. Con los brazos extendidos al cielo, sostiene en sus manos una grulla dorada.
En su honor se creó un Club de Grullas de Papel, y todos los años, el 6 de agosto, Día de la Paz, sus miembros colocan miles de grullas de papel a los pies de la estatua de Sadako, a la que que repiten el deseo grabado en su base: "Este es nuestro grito, es nuestra plegaria: que haya paz en el mundo"".
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